Barroca hasta los tuétanos, “Sed de mal” es quizá la mejor película
realizada por Orson Welles. La razón de que el maestro filmará esta joya
del cine la tiene Charlton Heston. En en un primer momento Welles sólo
estaba contemplado para interpretar a Hank Quinlan, pantagruélico
policía que camina pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para
lograr sus propósitos; pero Heston, en la cima de su carrera, entendió
que sería Welles quien lo dirigiera y aunque no era así mantuvo esta
exigencia y logró que el maestro filmara una de las mejores películas de
la historia del cine.
Intriga criminal desarrollada en un pueblo fronterizo entre EE.UU y
México, que enfrenta a un Quinlan, amargado y fascista, con su
contrario, Vargas (Heston), inquebrantable en su honradez y limpio en
sus métodos (ironías del cine). La primera secuencia ha pasado con
justicia a la historia del cine. Un plano secuencia de casi tres minutos
(ahora en la versión “director’s cut” la podemos ver sin los títulos de
crédito que “ensuciaban” esta joya) que comenzando por un plano detalle
de una bomba de relojería recorre todo el lenguaje cinematográfico
hasta terminar en la explosión que iniciará todo la intriga y la llegada
del fascinante Hank Quinlan.
La película es un ejercicio alucinógeno, con una atmósfera pesada,
genialmente fotografiada por Russell Mety, que nos transportará a un
universo bizarro y putrefacto, con encuadres que subrayan desde la trama
a las características de los principales personajes. Esta puesta en
escena, llena de encuadres asombrosos y movimientos de cámara para nada
gratuitos y de una modernidad asombrosa, destilan la savia que sólo un
genio como Welles poseía. Muestra de esto, sería la última secuencia, un
ejercicio visual y sonoro que resume el tono alucinante que preside
esta película de cine negro, negrísimo.
La actuación de Welles es estremecedora, llena de una hondura
psicológica que logra acercarte a ese ser monstruoso que es Quinlan.
También encontramos a una Janet Leigh, “prespiscosis”, como esposa del
comisario Vargas y también acosada en un motel; y a un Akim Tamiroff
como el mafioso mejicano, Tío Joe Grandi. Cuenta también con una serie
de cameos: Mercedes McCambridge, Cotten, Zsa Zsa Gabor y una misteriosa
Marlene Dietrich, como la gitana Tanya, que dará muestras de su valía
en un pequeño papel que llena toda la pantalla y cierra esta historia
con una frase que resume toda la película: “un buen hombre, un mal
policía”.
Hay muy pocos directores de la época clásica del cine que cuenten con
fans en la actualidad. Cuando hablo de fans, lo digo literalmente, me
refiero a esa gente que son incondicionales y que resulta en vano
dialogar críticamente sobre el personaje en cuestión. Uno de ellos es
Alfred Hitchcock y otro desde luego es Orson Welles, uno de los que más
seguidores acérrimos tiene.
Los que no somos antiWelles, pero sí creemos que se trata de un director que cuando menos merece una revisitación a la baja, se nos intenta desterrar. De su filmografía uno de los casos más paradigmáticos es sin duda “Sed de mal”, un trabajo bastante desafortunado, donde hay un caos que por mucho que se empeñen los diferentes montajes que se han hecho en la historia, la cosa no funciona.
El reparto es genial, pero desaprovechado, es una mera colección de cromos de Welles donde deambulan algunas de las más grandes estrellas del cine de forma desafortunada – en este capítulo se lleva la palma las escenas de Janet Leigh-. Sigue Welles con su autocomplacencia y su egolatría, que tiende a estar siempre por encima de la historia. Ese afán por gustarse es cansino, momentos interminables donde la luz de la habitación se enciende y se apaga, demuestra que no confia en lo que cuenta y tiene que recurrir siempre a una puesta en escena muy personal para llamar la atención.
Y luego directamente la película es bastante aburrida, su intento de mezclar delitos y comportamientos más modernos, con un aire de cine negro clásico no cuaja en absoluto.
Cuando en los años noventa a “Sed de mal” la empezaron a dar cien mil premios, de esos que valoran un siglo de cine, y que premian a películas “injustamente olvidadas”, se terminó por consagrarla leyenda. Todo es un mero complejo de culpabilidad, como Welles pasó de ser el niño mimado al proscrito de turno, parece que sus películas son valoradas a posteriori con ojos de verdugo arrepentido. Puede que Welles perdiera en su momento el respaldo de la industria, pero ganó algo más importante con los años: El Mito.
Los que no somos antiWelles, pero sí creemos que se trata de un director que cuando menos merece una revisitación a la baja, se nos intenta desterrar. De su filmografía uno de los casos más paradigmáticos es sin duda “Sed de mal”, un trabajo bastante desafortunado, donde hay un caos que por mucho que se empeñen los diferentes montajes que se han hecho en la historia, la cosa no funciona.
El reparto es genial, pero desaprovechado, es una mera colección de cromos de Welles donde deambulan algunas de las más grandes estrellas del cine de forma desafortunada – en este capítulo se lleva la palma las escenas de Janet Leigh-. Sigue Welles con su autocomplacencia y su egolatría, que tiende a estar siempre por encima de la historia. Ese afán por gustarse es cansino, momentos interminables donde la luz de la habitación se enciende y se apaga, demuestra que no confia en lo que cuenta y tiene que recurrir siempre a una puesta en escena muy personal para llamar la atención.
Y luego directamente la película es bastante aburrida, su intento de mezclar delitos y comportamientos más modernos, con un aire de cine negro clásico no cuaja en absoluto.
Cuando en los años noventa a “Sed de mal” la empezaron a dar cien mil premios, de esos que valoran un siglo de cine, y que premian a películas “injustamente olvidadas”, se terminó por consagrarla leyenda. Todo es un mero complejo de culpabilidad, como Welles pasó de ser el niño mimado al proscrito de turno, parece que sus películas son valoradas a posteriori con ojos de verdugo arrepentido. Puede que Welles perdiera en su momento el respaldo de la industria, pero ganó algo más importante con los años: El Mito.
TÍTULO ORIGINAL | Touch of Evil |
---|---|
AÑO | 1958 |
DIRECTOR | Orson Welles |
GUIÓN | Orson Welles (Novela: Whit Masterson) |
MÚSICA | Henry Mancini |
FOTOGRAFÍA | Russell Metty (B&W) |
REPARTO | Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor |
PRODUCTORA | Universal Pictures |
SINOPSIS | Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. |
CRÍTICAS |
---------------------------------------- Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País) ---------------------------------------- |
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