Segundo “film noir” realizado por André de Toth (1912-2002) sobre un
total de cuatro que dedica a este género. El guión adapta el relato
“Criminals Mark”, de los hermanos John y Ward Hawkins, publicado
inicialmente por entregas en el Saturday Evening Post y posteriormente
editado como libro (1950). La adaptación es de Bernard Gordon y Richard
Wormser. Escribe el guión Crane Wilburg. Se rueda en escenarios
exteriores de la ciudad de L.A. y en los platós de la Warner (Burbank,
CA) con un presupuesto de serie B. El rodaje, previsto para 15 días, se
completa en 13 días. Producido por Bryan Foy para la Warner, se estrena
el 12-I-1954 (NYC). La acción dramática tiene lugar en L.A. durante
varios días del mes de noviembre de 1952.
Los protagonistas son Steve Lacey (Nelson), de 32 años, ex convicto,
condenado a 7 años de prisión por robo, en libertad condicional tras 5
años de reclusión. Ha normalizado su situación personal y profesional,
trabaja como mecánico de aviación y ha formado pareja estable con Ellen
(Kira), una chica agraciada, discreta y enamorada. Steve, serio y
sincero, cuenta con el apoyo del agente de la condicional Daniel O’Keefe
(Beel), que le conoce bien y le aprecia. El teniente de la policía Sims
(Hayden), inquieto por haber dejado de fumar (mastica palillos) y
ansioso, es de trato desconsiderado, autoritario y agresivo. No cree en
la reinserción de los ex reclusos y no duda en hacer uso de métodos
heterodoxos: chantajea a Lacey y a su mujer, los intimida, los amenaza
sin miramientos, etc. Es inteligente, está bien informado y no se deja
engañar por las tretas de los delincuentes. Otto Hessler (Novello),
fugado de San Quintín, ejerce como veterinario. Es mezquino, borrachín y
traidor. Sobrelleva frustraciones que le tienen amargado. Doc Penny
(Corsia), fugado de San Quintín, es elegante, amable y empalagoso. Ben
Hastings (Bronson) es fuerte, violento y brutal. Los personajes se
presentan definidos con pulcritud, bien diferenciados y caracterizados
de modo comprensible y coherente.
La narración es intensa, rápida y avanza a un ritmo que atrapa. Los
hechos se suceden de modo bien hilvanado tanto en la línea de la acción
criminal como en la del departamento de homicidios. El estilo se
caracteriza por la sobriedad, la ausencia de adornos innecesarios, el
uso de un lenguaje verbal conciso y preciso y unos diálogos condensados,
de gran expresividad. El uso de la elipsis y los sobreentendidos dota
de elegancia al relato, lo aligera, le permite avanzar con rapidez y
resolver la historia en 71 minutos. La mirada con la que se contemplan
los personajes y la acción es seca, cortante, directa y sincera, al
servicio de un realismo que muestra las cosas como son, sin
complacencias y sin concesiones al disimulo o a la benevolencia.
El discurso resultante es crítico y contiene elementos no exentos de
acidez y denuncia. No se formulan denuncias explícitas sobre la
sociedad, sus protagonistas y sus desequilibrios, pero los hechos y las
imágenes proporcionan información suficiente para que el espectador
entienda todo lo que el realizador desea comunicarle. La policía no es
objeto de reproches y críticas explícitas, pero en el subtexto de la
narración se hallan indicaciones suficientemente expresivas de
incidencias que merecen desaprobación y rechazo. Algo parecido ocurre
con la sociedad tal como se muestra en las calles, en las relaciones
interpersonales y en la abundancia de borrachos y canallas en clubs,
bares y garitos. De Toth, cineasta independiente y audaz, no
desaprovecha la ocasión para proyectar su visión desencantada,
melancólica y nada benévola sobre la realidad del país. Por lo demás,
envuelve la historia en un halo de ambigüedad e indefinición que
potencia la dimensión crítica del discurso. La contaminación moral de
los personajes y de sus conductas se enmarca en un mundo que se ve
sucio, húmedo, desolado y deshumanizado. Lo esboza con trazos sueltos
que sugieren las cosas sin explicarlas.
Es encomiable el trabajo de dirección que realiza de Toth. La puesta en escena es brillante, sugestiva y muy dinámica. En ella se advierten detalles a través de los que se dicen muchas cosas que hacen innecesarias las palabras y los gestos. Es conmovedora la escena que muestra cómo Sims esposa a Lacey ante la mirada de abatimiento y dolor de Ellen, situada en el fondo del fotograma.
La banda sonora, de David Buttolph, aporta información que se integra en el drama, como la ejecución del robo en la gasolinera, mientras se oye la canción “’S Wonderful” en la voz de Doris Day. Desde el comienzo, el espectador queda advertido de la presencia en la ciudad de dos mundos contrapuestos. Añade cortes de música disonante, de tonos estridentes, que ambientan escenas, como la vibrante persecución de coches. En otras ocasiones la melodía es armónica y de aires de exaltación, como la que acompaña una de las escenas de la secuencia final. La fotografía, de Bert Glennon (“La diligencia”, Ford, 1939), crea escenarios nocturnos negros, con destellos de luces de neón y débiles farolas callejeras, donde la atmósfera que se respira es densa y agobiante. Los escenarios reales se presentan embarrados, húmedos, malsanos y malolientes, definidos con patrones de cine negro que suman claustrofobia, angustia y asco.
La película es sencilla y pequeña. Recuperada felizmente en DVD, merece ser vista por los aficionados al cine negro y por los cinéfilos de ley. Es una joya para ser gozada en su justa medida, después de permanecer en el olvido durante 50 años.
Es encomiable el trabajo de dirección que realiza de Toth. La puesta en escena es brillante, sugestiva y muy dinámica. En ella se advierten detalles a través de los que se dicen muchas cosas que hacen innecesarias las palabras y los gestos. Es conmovedora la escena que muestra cómo Sims esposa a Lacey ante la mirada de abatimiento y dolor de Ellen, situada en el fondo del fotograma.
La banda sonora, de David Buttolph, aporta información que se integra en el drama, como la ejecución del robo en la gasolinera, mientras se oye la canción “’S Wonderful” en la voz de Doris Day. Desde el comienzo, el espectador queda advertido de la presencia en la ciudad de dos mundos contrapuestos. Añade cortes de música disonante, de tonos estridentes, que ambientan escenas, como la vibrante persecución de coches. En otras ocasiones la melodía es armónica y de aires de exaltación, como la que acompaña una de las escenas de la secuencia final. La fotografía, de Bert Glennon (“La diligencia”, Ford, 1939), crea escenarios nocturnos negros, con destellos de luces de neón y débiles farolas callejeras, donde la atmósfera que se respira es densa y agobiante. Los escenarios reales se presentan embarrados, húmedos, malsanos y malolientes, definidos con patrones de cine negro que suman claustrofobia, angustia y asco.
La película es sencilla y pequeña. Recuperada felizmente en DVD, merece ser vista por los aficionados al cine negro y por los cinéfilos de ley. Es una joya para ser gozada en su justa medida, después de permanecer en el olvido durante 50 años.
TÍTULO ORIGINAL | Crime Wave |
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AÑO | 1954 |
DIRECTOR | André De Toth |
GUIÓN | Crane Wilbur, Bernard Gordon, Richard Wormser (Historia: John Hawkins, Ward Hawkins) |
MÚSICA | David Buttolph |
FOTOGRAFÍA | Bert Glennon (B&W) |
REPARTO | Sterling Hayden, Gene Nelson, Phyllis Kirk, Ted de Corsia, Charles Bronson, Jay Novello, Nedrick Young, James Bell, Dub Taylor, Gayle Kellogg, Mack Chandler |
PRODUCTORA | Warner Bros. Pictures |
GÉNERO | Cine negro | Crimen |
SINOPSIS | Tres criminales atracan una gasolinera, pero uno de ellos resulta herido y es abandonado a su suerte. Perseguido por la policía, busca refugio en casa de un ex presidiario reformado, que se verá envuelto a su pesar en los planes del grupo. |
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