sábado, 30 de junio de 2012

Perdición


Es de noche, un coche circula a gran velocidad por las calles de la ciudad y de el se apea un hombre malherido...así comienza “Perdición”, un rotundo, demoledor y noqueante ejercicio de “film noir”, basado en una novela de James M. Cain, con uno de los guiones más extraordinarios jamás escritos para la pantalla del propio Billy Wilder y de Raymond Chandler. Con un ritmo trepidante y una gran tensión visual, la soberbia dirección del genio vienes trasciende y dinamita las convenciones del género y dibuja un perverso y audaz -para la época- relato de pasión, asesinato y muerte. Una de las cumbres indiscutidas del cine negro “Perdicion” es una joya que gira alrededor de la figura sensual, maquiavélica y pérfida de una de las “femmes fatales” más fascinantes del celuloide -una turbadora Barbara Stanwyck- que seduce a un cínico Fred McMurray desde ese plano sublime -de un erotismo de alto voltaje- de sus piernas bajando por las escaleras con una pulsera en su tobillo a modo de metáfora de la unión inseparable de unos personajes al borde del abismo, atrapados por la larga sombra del destino, donde un meticuloso plan de conspiración para asesinar se acabará convirtiendo en una imparable espiral de violencia, degradación moral y autodestrucción. Un larguísimo flashback, la voz en off de Fred McMurray y un casting milagrosamente bien escogido y en estado de gracia, con un trabajo excepcional de los tres protagonistas, son los instrumentos de que se sirve Billy Wilder para contarnos esta absorbente y tórrida historia bañada por las luces y las sombras de la fotografía en blanco y negro, de tintes expresionistas, de John Seitz y la sugerente y tensa música de Miklos Rozsa que potencian la atmósfera malsana y asfixiante del film a la perfección y que nos conducen de forma inexorable hacia un memorable doble final, de poderosa carga dramática y un lirismo arrebatador, donde las pasiones dejan paso a los sentimientos más ocultos, donde se cierra definitivamente el circulo mágico de un film estremecedor con ese inolvidable plano final en el que el protagonismo de un cigarrillo, una cerilla y el marco de una puerta que no podemos llegar a traspasar da el sentido postrero a esta obra maestra absoluta del CINE con mayúsculas de uno de los mas geniales guionistas y directores de todos los tiempos.

Un film inolvidable, para ser visionado con devoción


Cuarto largo de Billy Wilder, tercero realizado en EEUU. Adapta al cine la novela "Three of Kind" (1935), de James M. Caine, basada en hechos reales. Se rodó en LA y en los Paramount Studios (California), con un presupuesto estimado de 1 M dólares. Producida por Joseph Sistrom, se estrenó el 6-IX-1944.

La acción tiene lugar en LA entre finales de mayo y el 16 de julio de 1938. Narra la historia de Walter Neff (Fred MacMurray), vendedor de seguros, de 35 años, soltero, reservado y débil de crácter. Al visitar a un cliente, el Sr. Dietrichson, para renovar la póliza del seguro de sus coches, conoce a su esposa, Phyllis Nirdlinger (Barbara Stanwyck), sensual, atractiva y seductora, que despierta en él gran interés. Al amparo de este suceso, ella trata de seducirlo para convertirlo en cómplice de un plan que los conducirá a la perdición.


La película enfrenta a un hombre honrado, pero débil, con una mujer fuerte, sin escrúpulos, que aprovecha su atractivo personal para engañarlo, manipularlo y utilizarlo despiadadamente. Es destacable la sordidez de la historia, centrada en la ejecución de un crimen con premeditación, frialdad, desprecio por la vida humana, codicia y alevosía. Barbara Stanwyck interpreta la figura de una de las más pérfidas "mujeres fatales" del cine. Entre los dos personajes se establece una insana relación de amor y odio, dominio y sumisión, atracción y repulsión, que se ve corroída por las sospechas cruzadas de infidelidad, de Neff con Lola Dietrichson (Joan Hearther) y de Phyllis con Nino Zachetti (Byron Barr). Se añaden las sospechas de crímenes pasados, de planes de nuevos crímenes y la aparición de deseos mutuos de venganza. El investigador Barton Keyes (Edward G. Robinson), mientras avanza en su investigación implacable, hace que salga a la superficie un mundo escalofriante de bajas pasiones. La obra está narrada en forma de confesión, que relata los hechos en "flashback". El espectador queda con la sensación de que los verdaderos motivos que mueven el comportamiento perverso de los dos protagonistas no quedan explicados de modo justo y cabal. Posiblemente, de esta sensación se deriva uno de los atractivos más poderosos del film.


La música, de Miklós Rózsa, aporta intensidad, estridencias y disonancias, sumamente adecuadas. La fotografía, de John Seitz ("Días sin huella", 1945) se inspira en obras del expresionismo alemán, como "M, el vampiro de Dusseldorf" (1931), de Lang. Crea ambientes oscuros y tenebrosos, de fuerza inmensa. La interpretación de Stanwyck es extraordinaria en el que posiblemente es el mejor papel de su carrera. Excelentes son las intervenciones de MacMurray y Edward G. Robinson. A destacar la intervención del español, afincado en Hollywood, Fortunio Bonanova en el papel de Sam Garlopis. La dirección crea una de las obras culminantes del género negro.

Película magistral, arquetipo de cine negro, que sitúa en la secuencia final una sobrecogedora confesión de amor entre dos hombres.


Un rostro desencajado, sudoroso. El ascensorista y la penumbra. Profundidad de campo, el vacío en la oficina y un micrófono sobre la mesa.

Flash-back, tan pertinente y acertado como el que acontece en el inicio de 'El hombre que mató a Liberty Valance'.

B/N casi N/N. Nunca la ausencia de color admitió tantos matices en lo oscuro. Una atmósfera a la altura de 'El sueño eterno'.

Diálogos a quemarropa, no sé si más de Wilder o de Chandler. Con un ritmo y agudeza indescriptibles.

Un trío inolvidable: Fred MacMurray, elegante incluso con los pantalones sobaqueros; Barbara Stanwyck, litros de laca y seducción; Edward G. Robinson, un enanito de lógica implacable.

La escena de la puerta. Una puerta que se abre para fuera, vulnerando las normas contra incendios de Los Ángeles. Una licencia artística manejada con la habilidad de un cirujano.

El milagro del tempo narrativo y las cerillas. La transparencia cinematográfica.
 
 "Si, en un momento dado, un espectador nota un movimiento de cámara, has fracasado."
  'Billy & Joe', de Michel Ciment (libro de entrevistas del autor con Wilder y Mankiewicz)


Perdición” es para mí mucho más que una película ya que marcó mi afición al cine, me descubrió el cine clásico americano, el cine negro y al maestro Wilder. Me marcó profundamente y es (y lo será siempre) mi película favorita.

En “Double indemnity” confluyen multitud de elementos que hacen que sea un film capital en la historia del cine y que la convierte en el modelo ideal de “film noir”


La historia es muy arriesgada, totalmente macabra, rompedora para la época y contraria a la moral puritana, por lo que fue dura e injustamente castigada en los Oscar de aquel año (en los que triunfó la ramplona historia de un cura bonachón llamada “Siguiendo mi camino”). Wilder se enamoró de la novela creada por James M. Cain y junto al mítico escritor de novela negra Raymond Chandler (“El sueño eterno”) escribió la adaptación cinematográfica. La relación entre ambos fue dura, se llevaron mal, pero de ella surgieron algunos de los mejores diálogos de la historia del cine. 


La fotografía, a cargo de John F. Seitz, marcó una época y un género. La luz entrando a través de las persianas venecianas, reflejándose como barrotes de una celda sobre el salón de la casa de los Dietrickson y sobre los protagonistas.

 En cuanto a la dirección, Wilder ofrece una clase magistral de cómo utilizar dos recursos cinematográficos: el “flashback” y la “voz en off”. Con el primero articula la historia contándonos el final en el minuto 5 (“I did it for the money, and for a woman, and I don`t get the money, and I don`t get the woman…”), lo que sumerge en la amargura al resto del relato; y con el segundo nos introduce en los pensamientos, sentimientos y reflexiones más profundos del protagonista. Son para enmarcar el primer encuentro de los protagonistas, cargado de erotismo, la tensa escena de la puerta y los pequeños detalles, como la pulsera del tobillo de la Stanwyck, el enano infalible o las cerillas. 


En los papeles protagonistas, dos actores que dejan atrás sus registros habituales, que jamás habían hecho papeles dramáticos similares: Barbara Stanwyck que marcó para siempre con su actuación lo que debe ser una perfecta “femme fatale”, y Fred McMurray, magnífico en su rol de vendedor de seguros que se deja arrastrar al abismo. Y para completar la terna, Edgard G. Robinson, uno de los mejores y menos reconocidos actores del cine clásico americano, que aquí lo borda.
 
Por último, la música de Miklos Rozsa envuelve el relato ayudando a crear esa atmósfera cargada y malsana.
 
Todo esto es “Perdición”, el magnfico clásico de Billy Wilder que marcó la estética del cine negro e hizo un poco más grande al séptimo arte.

TÍTULO ORIGINAL Double Indemnity
AÑO 1944




DIRECTOR Billy Wilder
GUIÓN Raymond Chandler, Billy Wilder (Novela: James M. Cain)
MÚSICA Miklós Rózsa
FOTOGRAFÍA John F. Seitz (B&W)
REPARTO Fred MacMurray, Barbara Stanwyck, Edward G. Robinson, Tom Powers, Porter Hall, Jean Heather, Byron Barr, Richard Gaines, Fortunio Bonanova, John Philliber, Bess Flowers, Miriam Franklin
PRODUCTORA Paramount Pictures
PREMIOS 1944: 7 nominaciones al Oscar, incluyendo película, director, actriz (Stanwyck), guión


SINOPSIS MacMurray es un vendedor de seguros que, en connivencia con Barbara Stanwyck, elabora un plan para asesinar al marido de ella y quedarse con el dinero de su seguro. Obra cumbre del género, uno de los ejercicios de suspense más fascinantes de todos los tiempos.
CRÍTICAS ----------------------------------------
"Obra absorbente y trágica que combina sordidez y pasión para mostrar a Barbara Stanwyck como una de las femmes fatales más fascinantes de la historia del cine. (...) Un derroche de maestría que marcó los códigos visuales del género" (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)
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Como curiosidad, se llegó a rodar un final alternativo en el que el protagonista es conducido a la cámara de gas del cuál sólo de conservan algunos fotogramas. Este final le pareció demasiado moralista a Wilder que afortunadamente optó por algo más poético, el protagonista arrastrándose hasta el umbral de la puerta, donde se da por vencido y busca, pero no encuentra, una cerilla que finalmente le ofrece su amigo.

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