jueves, 28 de junio de 2012

Sólo se vive una vez


Sólo existe un Henry Fonda y para desgracia de cualquier cinéfilo que se precie, nos dijo adiós hace ya mucho tiempo. Si bien es cierto que la llegada de Lang a Hollywood venía precedida de una escueta pero estupenda filmografía que le daba ya el estatus de no tener que demostrar nada, su inicio en América vino acompañado de la colaboración de estupendos actores: Tracy (Furia, 1936) y el propio Fonda. En estas primeras cintas, Lang juega con la falsa culpabilidad de sus actores y las drásticas consecuencias que ello conlleva. No necesitó mucho tiempo el director alemán para castigar y poner en tela de juicio esa costumbre tan inhumana como es la de la pena de muerte. Lo que pasa es que la calidad de este director, impedía que esta denuncia se visionara como tal, y nos quedan eso sí, dos grandes películas de cine negro. Esta segunda, con un final más conseguido que el de la primera.




En ambas películas, cohabitaba con el actor principal, un animal bello y de mirada sincera. Se llamaba Sylvia Sydney, y creo que no dejo un ojo seco en las salas de antaño. Sylvia se muestra frágil, pero al mismo tiempo, con un temperamento fuerte, capaz de sacar a su pareja sentimental de cualquier atolladero o secar las lágrimas y sufrimientos de un Fonda fantástico.

Así que sólo necesitamos los dos pares de ojos de los protagonistas para que nosotros podamos leer la película. Una delicia.

Y nos ayuda la cámara de Lang, que siempre sabe donde ponerse, y la hermosa fotografía de Leon Shamroy y la música y unos secundarios que completan esta historia de angustia y sobresaltos.

¡Sólo se vive una vez!

¿A que esperas para verla?


Segunda película americana de Lang, rodada en Hollywood. Fue producida por Walter Wanger, productor independiente ("La diligencia").


La acción tiene lugar en una gran ciudad norteamericana y alrededores en 1936. Narra la historia de Eddie Taylor (Henry Fonda), condenado tres veces por robo, y de su novia Joan Graham (Sylvia Sidney), que trabaja como secretaria del Defensor del pueblo y desde hace 3 años espera la libertad de Eddie para contraer matrimonio con él, convencida de sus buenos sentimientos. Lang construye un drama psicológico que contiene una ácida crítica social. La sociedad en la que se mueve Eddie no confía en él, no cree en la posibilidad de su reinserción, lo estigmatiza, lo excluye del trabajo y le expulsa en plena noche de una pensión en la se había alojado con su mujer. Acusado de un crimen que no ha cometido, es arrestado, juzgado y condenado a muerte por indicios (su sombrero) situados en el lugar del crimen por su antiguo compañero de celda. Lang habla, además, de la imposibilidad de la redención. Pese a los buenos propósitos de Eddie y de su matrimonio con Joan, una muchacha inocente, trabajadora y honesta, el destino le cierra los caminos de la integración. Un tercer tema que aborda Lang es el de la fatalidad que se cierne sobre la vida de personas inocentes, las conduce al fracaso y a la destrucción. Otro tema central de la película es el amor sincero, generoso, incondicional y profundo que une a la pareja, a pesar de la mala suerte, la acumulación de contrariedades y las dificultades que han de afrontar. Lang describe este amor con convicción, ternura y lirismo. La película narra, en suma, una historia de amor que deviene imposible a causa de la fatalidad y de una sociedad cegada por los prejuicios, egoista e injusta.




TÍTULO ORIGINAL You Only Live Once
AÑO 1937




DIRECTOR Fritz Lang
GUIÓN Gene Towne, Graham Baker
MÚSICA Alfred Newman
FOTOGRAFÍA Leon Shamroy (B&W)
REPARTO Henry Fonda, Sylvia Sidney, Barton MacLane, Jean Dixon, William Gargan, Warren Hymer, Margaret Hamilton, Jerome Cowan, Ward Bond, Guinn Williams
PRODUCTORA United Artists


SINOPSIS Un delincuente de poca monta (Henry Fonda), condenado ya tres veces, es acusado de un asesinato que no ha cometido. Aunque consigue escapar de la cárcel, la fatalidad le impide seguir el camino recto, a pesar de contar con el apoyo de una mujer que le ama.
CRÍTICAS ----------------------------------------
En su segunda película americana, Fritz Lang ya da muestras de su habilidad para contar historias en las que el amor y el destino, en forma de acusación de un crimen no cometido, se disputan el futuro de un hombre. Estupendos Fonda y Sidney para una película sólida, dramática y muy intensa.
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"Las bellísimas imágenes de Lang desbordan lirismo para crear un sobrecogedor retrato social, un feroz alegato en nombre de la dignidad y una película inmensa, inolvidable." (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)
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La música acompaña la acción acentuando los elementos trágicos y exaltando los momentos líricos. La fotografía desarrolla una narración visual brillante y conmovedora. En torno a los protagonistas crea un clima de opresión y ahogo, mediante la dosificación de la luz, la potenciación del claroscuro, la proyección de sombras claustrofóbicas y el encuadre desde abajo del muro de cierre y la caseta de vigilancia del recinto carcelario. El guión contiene expresiones conmovedoras ("Tenemos derecho a ser felices", en boca de Joan), una definición ajustada de los dos protagonistas y un giro gradual de Joan desde su optimismo inicial hasta la profunda tristeza que la embarga hacia el final. La interpretación de Fonda es excelente y la de Sidney sobresale por la fragilidad y el candor que la actriz trasmite al personaje. La dirección construye un melodrama de profundas resonancias trágicas.

Película de cine negro que, en muchos aspectos, anticipa las características del género de sus años de esplendor en los 40. Una obra clásica, que se sitúa entre las más logradas del autor.


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