jueves, 28 de junio de 2012

El enemigo público


Parte del relato "Beer and blood" de John Bright y Kubec Glasman, dos de los co-autores del guión, en donde se narra la vida de varios gansters de Chicago. Fue nominada a mejor guión original y constituyó un éxito de taquilla.

Es una de las grandes películas de gangsters, junto a "Scarface" y "Hampa dorada", que preceden al período de cine negro "clásico". Comparte con ellas varios elementos, fundamentalmente la carrera de ascenso y caída del protagonista. Abarca desde 1909, donde Wellman presenta a un Tom muy joven ya delinquiendo, hasta la depresión de 1929, aproximadamente.
Comienza con unos originales títulos de crédito, en los que va apareciendo el actor junto a su nombre. Le sigue un fabuloso plano-secuencia y y en muy poco tiempo los personajes quedan presentados.
Más allá de aspectos técnicos, la peli es muy entretenida, es concisa, con una narración muy fluída. La estrella absoluta es James Cagney, con una actuación brillante, muy gestual, omnipresente.
¿Elementos negativos? Quizá la ambientación es algo austera en algunos escenarios, como los night-clubs. Otro sería la misoginia de Cagney, especialmente la escena de la bofetada y el pomelo, políticamente incorrecto y que acarreó protestas de grupos feministas.




Posee momentos muy recordados: el famoso pomelo restregado en la cara de Mae Clark (Kitty), el del piano, el del caballo o cuando entra en vigor la Ley Seca, con el pueblo abasteciénose de alcohol de cualquier manera.
Se dice que William A. Wellman le prometió a Zanuck (encargado de la producción de la Warner de 1931 a 1933, antes de fundar la Fox), hacer la película más dura hasta la fecha si el elegido finalmente era él, y parece ser que así fue.
En un principio Cagney iba a hacer otro papel, el de Edward Woods, pero el director, entusiasmado con los registros de Cagney, intercambió los papeles de manera que éste obtuvo un gran éxito y alcanzó el estrellato.

El final forma ya parte de la historia del cine. Absolutamente genial e impactante.

En la secuencia del tiroteo de los protagonistas, se usaron balas auténticas. Cuando desaparece Cagney, un experto tirador era el encargado de disparar y es cierto que se notan los impactos sobre la pared.




TÍTULO ORIGINAL The Public Enemy
AÑO 1931




DIRECTOR William A. Wellman
GUIÓN Harvey Thew, Kubec Glasman, John Bright
MÚSICA David Mendoza
FOTOGRAFÍA Dev Jennings (B&W)
REPARTO James Cagney, Jean Harlow, Edward Woods, Joan Blondell, Donald Cook, Mae Clarke, Beryl Mercer
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures
PREMIOS 1930: Nominada al Oscar: Mejor historia


SINOPSIS Relato del auge y caída de Tom (James Cagney), un criminal de poca monta que asciende rápidamente gracias a la Ley Seca. Con la colaboración de su mejor amigo y cómplice (Edward Woods) Tom, seducido por el poder y el dinero, se involucra en turbios negocios.


En 1930, fue Edgard G. Robinson con HAMPA DORADA; en 1932, Paul Muni con SCARFACE; y, en 1931, en medio de ambos, James Cagney con EL ENEMIGO PÚBLICO. En las tres películas se contaba esencialmente, con diversas variantes, la misma historia: la de el ascenso a lo más alto y la caída, en medio de sucesivos baños de sangre, de un gangster brutal y despiadado. Las tres pretendían ser crónicas sociales de la dramática realidad que en aquel momento vivían los Estados Unidos, es decir el apogeo de la Ley Seca y el gangsterismo, y las tres hacían, en su introducción, un llamamiento a la sociedad para que pusiera fin a esa lacra (cosa que, obviamente y por desgracia, nunca se logró del todo, y sigue sin lograrse, ochenta años después, ni allí ni en ninguna parte).


 Las tres películas eran tremendamente violentas para la época, y de hecho supusieron el nacimiento del género del cine de gangsters y un antecedente de lo que luego se pasaría a llamar cine negro, y a sus tres protagonistas les valió el fulgurante salto al estrellato. Con motivo porque cada uno de ellos supo componer un personaje inolvidable, que rivalizaba con los otros en carisma y brutalidad, y que ascendieron a la categoría de mitos del cine. Pero mientras que Muni se cansó pronto de hacer de gangster y rentabilizó su éxito comenzando una provechosa carrera de personajes variopintos y memorables, Robinson y Cagney, a los que muy pronto se uniría Humphrey Bogart, realizarían en los años y décadas siguientes un buen número de variantes corregidas y aumentadas de los soberbios antihéroes por ellos creados, convirtiéndose de hecho en los gangsters más célebres de la Historia del cine, sin que por ello debamos olvidar la larga galería de sus otros personajes, muchos de ellos más recomendables pero no por ello menos vigorosos que los fuera de la ley que les dieron la fama.



James Cagney, que comenzó su carrera como bailarín y cantante, creó en efecto y paradójicamente un fuera de la ley inolvidable: de baja estatura, pero robusto, socarrón y rebosante de energía y de mala uva; su carrera criminal comenzó con el joven Tom Powers de esta pelicula y acabó apoteósicamente, veinte años después, con el inolvidable Cody Jarret de AL ROJO VIVO, el más glorioso psicópata criminal del viejo 7º Arte.



La película, al contrario que las otras, refleja muy bien lo que fue la Ley Seca y el negocio clandestino del alcohol (que luego volvería a narrarse, ya con perspectiva histórica y no como crónica de la actualidad, en la maravillosa LOS VIOLENTOS AÑOS VEINTE, de nuevo con un memorable Cagney rebosando la pantalla), está muy bien ambientada, cuenta con muy buen ritmo y tiene muchas escenas inolvidables.

Cómo olvidar la secuencia en la que Cagney escupe la cerveza en la cara del infeliz barman (copiada treinta años después por Roger Corman en LA MATANZA DEL DÍA DE SAN VALENTÍN), su mirada de loco psicópata cuando se lanza, bajo la lluvia, a vengar la muerte de su amigo, o el brutal final, con la puerta que se abre y el cadáver de Cagney, atado y de pie en el umbral, que cae pesadamente al suelo.




Es cierto que los años no pasan en balde y que le sobra mucha moralina tan típica de los años treinta, pero el recital interpretativo de Cagney, el magnífico pulso narrativo de Wellman, los numerosos momentos memorables, su valor histórico y la repercusión que tuvo en la historia posterior del cine, la convierten en un clásico digno de ser recordado y revisado.


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