Una película desoladora, cruel, en la que el humor siempre presente en
la obra de este autor queda descartado o, cuando aparece, lo hace
acompañado de la amargura. Ficción y realidad (son numerosos los cameos,
algunos crueles como el de Keaton, N. Olson –el Jesús de C.B. DeMille-,
otros irónicos como el de Cecil. B. DeMille o el de H. Hooper) se dan
aquí la mano para mostrarnos la historia de una antigua estrella del
cine muda recluida en su anacrónica mansión y olvidada por ese público
fiel que algún día la idolatró.
A esa mansión llega un guionista
perseguido por sus acreedores que comenzará a establecer una relación
vampírica (será primero el guionista de “Salomé”, el “comeback” con el
que quiere retornar la diva; pero acabará convertido en gigoló en un
ciudad donde los sueños se mueven por dinero). Este argumento servirá
para que Wilder y Brackett (será su última colaboración juntos y la
mejor junto con “Ninotchka”; todo un hallazgo que la película sea
narrada por un muerto) pasen revista con todo lujo de detalles y sin
ahorrar en crueldades la naturaleza de esta industria de los sueños, que
hace vivir a sus protagonistas en pos de una demanda siempre perpetua
de carnea fresca, auténticas pesadillas.
Como no podía ser de otra forma en las películas del maestro, los
diálogos sublimes, de esos que te quedan grabados en la memoria (“Yo soy
grande, es el cine el que se hizo pequeño”; “No hay nada trágico en
tener 50 años; a no ser que intente tener 25”; “Sr. De Mille, cuando
quiera estoy lista”); pero aquí también cuidara en extremo la imagen,
siempre más secundaria para autor como él. La secuencia de la piscina,
la del rodaje de “Sansón y Dalila” con ese foco que la ilumina, o la
secuencia final de la bajada de escaleras es una prueba de que nunca
como en esta película Wilder cuido tanto la imagen, quizá por acercarse a
las espléndidas estrellas del cine mudo (“figuras de cera”) que tan
certeramente retrata.
El trío protagonista está en estado de gracia. Comenzando por la
extraordinaria G.Swanson que dota a su gestualidad exagerada ese deje de
locura en la que terminará su caída (maravillosa la secuencia en la que
imita a Chaplin, o el primer plano final, con esa mirada que congela la
sangre). Mi admiradísimo Erich V. Stroheim, aquí como criado y antiguo
director (las imágenes que pasan para mostrar el esplendor de aquellos
son de “La Reina Kelly”, película inconclusa producida por el amante de
Swanson, J.P. Kennedy, y que supuso la expulsión definitiva de la
industria de este GENIO), en una actuación contenida, sobria, pero
profundamente humana. Para terminar el triángulo W. Holden, que borda a
la perfección su figura cínica que no se redimirá la historia de ilusión
y amor que sostiene con Betty Shaefer.
En resumen, “El Crepúsculo de los Dioses” es una genialidad de un maestro único que sí sabía hacer cine a lo grande.
Cuando Wilder contaba el revuelo que se armo tras el primer pase para el
estudio, uno se da cuenta de que esta película no es una mera cinta
ubicada en el mundo del cine. Esta película le quitó al cine esa especie
de aureola mítica, del mundo glamouroso y perfecto que siempre salía en
pantalla. Y les dolió a los representantes de Hollywood porque
ciertamente representa su mundo, el de las estrellas acabadas, de la
tiranía de los cánones de belleza y de los grandes estudios. Me cuesta
mucho hacerme a la idea de que alguien como De Mille aceptara participar
en un proyecto cuya cruel y falsa imagen podría repercutir en su
carrera, ya que el representa el espíritu de la película: Hollywood es
un engañabobos.
Wilder, aparte de un director cojonudo, era un cinéfilo como pocos. Éso
se ve a lo largo de toda su obra, pero particularmente en esta película,
que es en sí un compendio de homenajes, aunque también reprimendas, al
mundo donde el vivía, a Hollywood, que tan pronto crea una estrella,
como la convierte en monstruo. Así como ocurrió con la llegada del
sonido Hollywood marginó a otras estrellas y cineastas por diversos
motivos y escándalos, como James Whale, Chaplin o Dalton Trumbo. Y en
esta película, Swanson, más que el propio deseo de regresar a la
pantalla, de hacer películas por amor al arte, lo quiere por la
necesidad de la fama, de sentirse el ombligo del mundo, y que realmente
no sabe si es ella misma o uno de sus personajes, actuando como si
realmente estuviera dentro de una película, con gestos teatrales más
propios del cine mudo. A través de la figura de Norma y de su propia
casa, que según Joe, recuerda a la mansión de Miss Havesham de Cadenas
rotas, Wilder realizó un magnífico retrato de la soledad de la estrella,
de quién un día lo tuvo todo y que ahora forma parte de un imperio
herrumbroso y derrotado. Y también de la demencia. Norma es un
antecedente del Travis de Taxi Driver, ese personaje que ve el mundo
según sus propios ideales, y que se llega a obsesionar con un guionista
sin talento, al cual utiliza más como gigoló que como auténtico
escritor, y al que pretende convertir en una de las figuras de su museo
de cera viviente.
A destacar un personaje importantísimo en la trama, el de Max el mayordomo. Es al mismo tiempo su mayor valedor y su mayor enemigo, pues es quien realmente la tiene engañada con un mas que improbable regreso a las pantallas. El, sin quererlo quizás, la hunde más en la miseria, y el hecho de que en la vida real Stronheim fuera el director que más dirigió a Swanson le añade más morbo a la situación.
En definitiva, Wilder orquestó una maravillosa venganza contra todos
aquellos productores y cineastas que él aborrecía, por considerarse
artistas cuando lo que únicamente hacían, según él, era poner el dinero y
mandar, cuando no tenían ni puñetera idea de cine.
TÍTULO ORIGINAL | Sunset Boulevard | |
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AÑO | 1950 | |
DIRECTOR | Billy Wilder | |
GUIÓN | Charles Brackett, Billy Wilder, D.M. Marshman Jr. | |
MÚSICA | Franz Waxman | |
FOTOGRAFÍA | John F. Seitz (B&W) | |
REPARTO | William Holden, Gloria Swanson, Erich von Stroheim, Nancy Olson, Fred Clark, Jack Webb, Lloyd Gough, Cecil B. DeMille, Hedda Hopper, Buster Keaton, Anna Q. Nilsson, H.B. Warner, Franklyn Farnum | |
PRODUCTORA | Paramount Pictures. Productor: Charles Brackett | |
PREMIOS | 1950: 3 Oscar: Mejor guión, dirección artística B/N, bso drama. 11 nominaciones 1950: Globo de Oro: Mejor película: Drama 1950: National Board of Review: Mejor película |
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SINOPSIS | Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guión que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. | |
CRÍTICAS |
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Obra maestra de Billy Wilder que retrata con
venenosa ironía una crítica a los propios excesos del mundo de
Hollywood. El paso del tiempo, los egos inmensos y el desesperado
intento de recuperar el esplendor perdido se concentran en la violenta e
impresionante mirada de la Swanson. Imprescindible.
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Una muy buena hipnosis de una gran película, un saludo
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